Soy de un pueblo mediano a 25 km al norte de Sevilla, un pueblo cualquiera. Hace unas semanas, los vecinos nos despertamos con una iniciativa puntual de reordenación del tráfico rodado que, a priori, merecía un aplauso generalizado. Se había decidido “peatonalizar” uno de los ejes principales de comunicación que conecta con el centro urbano.
Tomando esta iniciativa como referencia, nos puede ser útil para extrapolar a cualquier otro municipio ahora que está sobre la mesa la movilidad sostenible, la lucha contra el cambio climático y la confortabilidad de los núcleos urbanos.
Sobre el papel y sin un análisis más profundo, la iniciativa se merece el aplauso. Se reduce el uso del transporte privado, con las mejoras que eso conlleva; se recupera un espacio para uso y disfrute de una movilidad sostenible y saludable, sobre todo en una zona muy “peatonal”, por motivos escolares, comerciales y de ocio; y se crea un precedente sobre los objetivos finales que se deben marcar las obras de reforma y acondicionamiento del pavimento de las vías públicas, sobre todo en los entornos urbanos rurales.
Todo congruencias: “Relación coherente entre varias ideas, acciones o cosas”.
No obstante, si acercamos el foco y analizamos la iniciativa, nos surgen serias dudas al respecto, sobre todo de la validez y eficacia de la misma. Estas dudas posiblemente tengan respuestas y en el convencimiento de la/s persona/s que han pensado la medida, existan como una realidad.
Sometamos pues la iniciativa a un análisis en tres niveles de detalle; movilidad, seguridad y sostenibilidad. Previamente será necesario detallar a los lectores algo más la iniciativa.
- La idea consistía en cerrar al tráfico uno de los ejes unidireccionales básicos en la comunicación urbana que conecta todo el oeste municipal con el nudo principal de comunicaciones del núcleo urbano. Es un tramo corto, 200 m aproximadamente, junto a un parque céntrico muy concurrido debido a una intensa actividad de ocio y disfrute por los vecinos. El corte era parcial, desde las 15 h del viernes hasta las 24 del domingo en los meses estivales. En ese periodo de tiempo es una zona exclusivamente peatonal. Bravo.
- Desde el punto de vista de la movilidad, es necesario ver con claridad la eficiencia de la medida. Entendiendo movilidad eficiente aquella que conecta dos puntos según criterios de rapidez espacial y temporal, no confundir con velocidad.Lo ideal una recta, con dos carriles bidireccionales y zonas de aparcamiento a ambos lados. Lo ideal rara vez tiene su reflejo en lo real, sobre todo en entramados urbanos pensados para otros menesteres que no son el tráfico rodado.En este sentido, si cerramos al tráfico un eje básico, aunque sea parcialmente en espacio y tiempo, es necesario arbitrar ejes secundarios de comunicación, en ese periodo de tiempo, que no “aíslen” unas zonas de otras. O que obliguen a utilizar otros recorridos poco o nada eficientes, provocando problemas donde antes no lo había. Es peor el remedio que la enfermedad. Pero tiene cura.
- En cuestiones de seguridad vial, lo mejor siempre es evitar el contacto entre peatones y vehículos. Casi imposible su reducción a cero, por eso, lo único factible es minimizarlo. Inicialmente se entiende que la prohibición de paso de vehículos por una calle en los fines de semana, cuando mayor uso vecinal tiene la zona, es una medida muy segura. El problema radica en los límites de la zona de restricción. Si el eje es “peatonalizado” sólo en uno de sus tramos, obliga al tráfico rodado a desviarse hacia otras calles adyacentes, que curiosamente están dentro del ámbito de influencia del mismo parque y en las que la tipología de calle es menos apta para el uso compartido peatón-vehículos.Es decir, aumentamos la seguridad en ese pequeño tramo de calle central al parque, pero la disminuimos en las zonas de contacto, sobre todo en un cruce coincidente con una actividad comercial muy importante, quizás la más relevante de todo el municipio y que concentra mucha población local y foránea en determinados momentos, mayormente coincidentes con el tiempo de corte de la calle.
- Medioambientalmente, cualquier decisión, por muy pequeña que sea, de restringir el tráfico rodado es positiva. Reduce el consumo de combustibles fósiles y, por consiguiente, de las emisiones de contaminantes, creando un espacio “libre” o de “bajas emisiones”. Además, está en consonancia con las propuestas de medidas de mitigación contra el Cambio Climático. Todo muy bien.Pero, ¿es esto la movilidad sostenible? Claramente no. Falta la componente fundamental de integración. Parece una iniciativa cortoplacista, de gran impacto inmediato, pero que no había sido analizada en su conjunto. No pongo en duda que las personas que la han pensado, lo hayan hecho concienzudamente, con ilusión y ganas por hacerlo bien y con la mejor de las intenciones. El esfuerzo ya se les presupone por su condición de cargos públicos. Eso sólo analizando el impacto del tráfico, sin entrar en valoraciones sobre el diseño y la tipología y materiales constructivos de la reforma del pavimento, aunque afortunadamente no han eliminado los árboles (naranjos) originales y seña de identidad de la calle.
Tal y como lo veo, era una medida puntual, plausible en su intención, pero poco eficiente y, que por suerte o por desgracia no ha llegado siquiera a su primera prueba de implantación. No ha podido ser probada.
Todo incongruencias: “Falta total de coherencia entre varias ideas, acciones o cosas”.
Por último, si bien pueda parecer este post una crítica a una medida concreta, no es el fin con la que se plantea. Como ya hemos indicado, esta medida la podemos extrapolar a cualquier municipio, cualquier calle, cualquier obra, cualquier reordenación del tráfico, cualquier… y tendremos al final una forma generalizada de hacer las cosas, que aunque cargada de buenas intenciones, está… el cementerio lleno.