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Una gran mayoría de la población actual vive en las ciudades (56% en el mundo y casi el 80% en España)

Las ciudades son, por regla general, bastante poco confortables [1] para un importante porcentaje de sus habitantes, especialmente las grandes ciudades incluyendo sus aglomeraciones urbanas, salvo alguna que otra excepción. En esto también existen claras desigualdades.

El cambio climático es, más que una evidencia, una realidad palpable, en la que la mano del hombre tiene mucho que ver.

Las ciudades tienen muchas papeletas en el reparto de los territorios más afectados por el cambio climático (temperaturas extremas, olas de calor, inundaciones -especialmente las ciudades costeras más densamente pobladas-, contaminación del aire, salud pública, etc.)

Todo no va a ser negativo, las ciudades ofrecen muchos más servicios y oportunidades que el resto de los territorios humanizados, especialmente, los entornos rurales más deshabitados.

Pero, (siempre hay un pero) muchos de estos servicios no son ambientales, sino que se suplen de forma artificial y en un mundo balanceado entre materia y energía, la parte de la balanza energética tiene mucho que ver con esta artificialidad.

Entonces, si el futuro de las ciudades parece tan oscuro, tirando a negro, ¿por qué sigue aumentando la población de las grandes ciudades y despoblándose los territorios rurales? La razón pertenece al campo de la sociología, que seguro que lo explica convenientemente. Lo que no deja de ser cierto, y es otra obviedad, es que la mayoría de las personas, sobre todo la más joven, sigue prefiriendo la vida en las ciudades, aunque solo sea por una cuestión de disponibilidad de más oportunidades.

Dado que el futuro va en la dirección de un aumento de la población de las ciudades y un empeoramiento de las condiciones de confort ambiental a causa del cambio climático, necesitamos avanzar en la adaptación de las ciudades, teniendo en cuenta que es necesario integrar todas estas obviedades y alguna otra más.

Curiosamente, la adaptación es la cenicienta del cambio climático. Cierto que es un concepto más “difuso” que la mitigación (la reducción de emisiones se puede describir con fórmulas matemáticas). Pero, lo que no es menos cierto es que si no se hace algo ya, el destino de la vida en las ciudades se va a hacer insoportable, especialmente para los colectivos más vulnerables. La vida lleva milenios adaptándose a los cambios del clima, nosotros somos el objeto de las adaptaciones animales a lo largo del tiempo. Pero esa adaptación natural necesitas siglos, si no milenios para asentarse y ahora tenemos que hacerlo en tiempo récord, el reloj de arena se va quedando sin granos.

Desde CONSIDERA trabajamos en la adaptación en los entornos urbanos, tanto a nivel de planificación climática como estratégica, turística, etc. Entendemos que es necesario volver la vista hacía la naturaleza, y tomar ejemplos (Soluciones basadas en la Naturaleza), porque, aunque la tecnología sea una herramienta de apoyo muy potente, por muy avanzada que nos parezca, no será la solución única al mayor reto futuro al que se enfrenta la humanidad. Las infraestructuras artificiales también son útiles y necesarias, pero en la jerarquía de gestión, deben ser una solución final en caso de no disponer de otras mejores y más naturales.

Lo que si tenemos claro en CONSIDERA es la importancia de la “biodiversidad” urbana, especialmente la vegetación, que no solo será una mejora para la población local, sino para la conservación de otras especies animales, microorganismos del suelo, hongos, etc., todos vitales para el mantenimiento de la “naturalidad” del ecosistema urbano.

En primer lugar, una máxima, el arbolado urbano debería estar protegido por la legislación local como bien patrimonial, sobre todo si son árboles maduros y de gran porte. Con ello se evitaría su eliminación recurrente en las obras de mejora del entramado urbano. Por muy bonito que quede un render de ingeniería o arquitectura con arbolitos “nuevos” y todo muy verde, la realidad posterior deja mucho que desear y serían necesarios muchos años para alcanzar el máximo de servicios ecosistémicos aportados. El balance entre la pérdida de servicios y la nueva realidad urbana tras las obras siempre resulta negativo en el cómputo ambiental (también social y económico).

En CONSIDERA sumamos dos otras premisas de actuación fundamentales:

  1. La democratización y universalidad de los espacios públicos (zonas verdes, de ocio, de convivencia vecinal, etc.), así como la conexión mediante vías, corredores o itinerarios verdes de las principales zonas de vegetación urbana. La salubilidad de la población local lo va a agradecer, así como nuestros visitantes. Piensen en cualquier ciudad del sur de España en julio o agosto a media mañana, ni siquiera en horas de temperaturas extremas, y los transeúntes, mayormente personas no adaptados al clima local, recorriendo muchas de las zonas turísticas que adolecen de falta de sistemas de sombreado.
  2. La renaturalización, revegetación o reverdecimiento urbano, llámenlo como quieran. Hay que integrar de nuevo las ciudades en la naturaleza. La vegetación debe estar tan visible como el patrimonio histórico de las ciudades, las ciudades deberían ser una explosión de árboles y otras plantas, bien en parques y jardines, bien en alamedas, en muros verticales, acompañando a las aceras y vías de tránsito, en parterres a los largo de la calle, en las zonas de ampliación y conexión de vías públicas, en los techos de los edificios, donde sea, pero hágase, todas y todos lo agradeceros, en no solo en el futuro, ahora, en el tiempo presente también.

Independientemente, es necesario hacer un esfuerzo de concienciación a la población que entre fachadas bonitas que sean visibles y arbolado urbano, siempre será más importante el arbolado; o que entre aceras y plazas con mucho material artificial y que no genere barro durante las lluvias y una zona de convivencia vecinal con suelo permeable, a ser posible con vegetación natural adaptada al clima reinante, siempre será más recomendable tener un suelo fresco y sombreado que aportará muchos más beneficios, incluso, desde el punto de vista estético; o, por no extendernos mucho, entre una ciudad pensada para la movilidad motorizada, que requiere quitar espacio público a las personas para cederla a los vehículos o una ciudad pensada para una movilidad multimodal con preferencia de la movilidad personal o pública, en la que los vehículos que los coches, que mayoritariamente transportan a personas individualmente, aun manteniendo un espacio de tránsito, lo compartan con otras modalidades y con zonas de vegetación.

Es evidente que las tres alternativas propuestas no son únicas, existen más. Pero la importancia de los servicios ecosistémicos que ofrece el arbolado urbano, el valor ambiental, social, cultural, económico e, incluso, espiritual, es tan elevado que bien vale un esfuerzo de la clase política local en su planificación y puesta en marcha, como de la ciudadanía en defenderla y reclamarla insistentemente.