Llevamos más de una década hablando de las Smart City, quizá no con estos términos, pero sí como objetivo estratégico de muchas administraciones locales adelantadas a su tiempo. Recordemos que, a principio del siglo XXI, Europa a través de los estados miembros, articuló políticas para financiar iniciativas de desarrollo tecnológico e implementación de plataformas de administración electrónica en los gobiernos que, sin embargo, tuvieron un modesto impacto en la ciudadanía. En este contexto, se financiaron numerosos proyectos de e-administración que acabaron en un cajón principalmente porque, no era el momento.
No obstante, ahora sí, la tecnología ha golpeado nuestras vidas de manera globalizada lo que, a su vez, está permitiendo que la implantación de Smart City sea de verdad una realidad adaptada y dimensionada a las necesidades actuales.
Esta situación, nos ha ido marcando una pauta para el futuro y nos ha permitido interiorizar la cultura de lo digital erigida como Sociedad de la Información. Ahora miramos al mundo a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación entendida como la disposición de las estructuras de información, comunicación, participación y su influencia en las personas.
Esto hace que me cuestione si las “Smart Cities” o “Ciudades Inteligentes”, no son en realidad una tendencia natural por la que deben pasar todas las ciudades de la era digital moderna, en vez de que un objetivo prioritario marcado por las instituciones superiores para que las ciudades sean los escenarios donde pueda habitar la innovación.
Como siempre, pensamos con magnas pretensiones que seremos capaces de alcanzar una sociedad inteligente en todos sus ámbitos, sin embargo, solo estamos aprovechando los recursos que tenemos a nuestra disposición para facilitar la vida a las personas a través del uso responsable o no (esto da para otro artículo) de la tecnología.
Esa es la “inteligencia” a la que nos referimos; ha llegado el momento de hablar de ciudades digitales que nos ofrecen un nuevo estado de confort gracias a la accesibilidad globalizada de las tecnologías permitiendo sensorizar y monitorizar los servicios públicos de manera integral, disponer de información precisa de las tendencias socioeconómicas en tiempo real, facilitar la información de interés público a los ciudadanos, mejorar la eficacia de las relaciones entre el ciudadano y el gobierno, conseguir una movilidad más sostenible, avanzar en definitiva, hacia soluciones inteligentes que no solo mejoren la eficiencia de la gestión de los servicios públicos, sino que supongan unos beneficios directos a todo un gran colectivo. Ahora, podemos hablar de que la inteligencia puede transformar nuestras ciudades en espacios con un mayor rendimiento y lleno de oportunidades.
Ahora toca hablar de cambio… yo me subo al carro, y tú?